LA PATRIA DE UN PARQUE.



Cada metro del parque agudiza el ingenio. Como el hambre. Como pisarlo sin memoria y sentirse inmortal. Allí dentro, el tiempo es otro. Allí las noches de verano atraviesan infancias y sorbos de vejez. Es perenne, teatro, vuelo. Eco dentro del silencio, dentro de secretos prohibidos. Patio de recreo cuando llegan amores y besos prematuros. Intermitencias para volver a volver. A ser libre y entrar en todas las décadas de su memoria. Escalones como compañeros de batallas, sorbos para crear un mundo. Un oasis.

Se acercan al cielo abrazando el juego de la niñez y arraigan sombras, árboles infinitos, algo parecido a una bandera blanca en medio de la guerra. En medio de un parque-hogar, una patria entera columpiándose cerca de los gorriones. Te busca siempre que está cerca la nostalgia de la libertad. Está cerca siempre que busca en ti todas las partes de la inocencia. Volver a ser niño al entrar en ti. Toboganes lanzando sueños al infinito, haciendo humanidad a través de sus brazos hechos muro, y sus ojos tierra. Sabiendo que siempre se puede volver. Allí donde se para el tiempo y cada palmo de suelo es un rescate y fuga del mundo real. La patria de un parque.

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