Casa.
Era todo lo que invita a curar la piel.
Y aún así, me sostengo en su cuna dormida.
Cuando mordía el cielo, quería verse
y saber de la distancia entre el tiempo
que se cubría desde su trinchera,
hasta donde su nombre acababa.
Y era hasta durmiendo,
siempre nombre donde ser casa.
O como renunciar cuerpos,
como quien fuma oxígeno en el desierto.
A la deriva como aquel que mastica
lentamente los minutos y yo,
que pierdo gracias y rasquicios
entre muros y barricadas que cubren
lo que antes era, y sin querer
nunca fue. Ahora todo lluvia
como el eco de algo que ya fue,
que siempre ha sido.


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