AL FINAL HUYÓ.

 



Me quedé tendido de la inestable infancia del vacío, aclamando casi por vicio a la temeridad de sus manos causantes del polvo de la intermitencia. Aún más así, cuando tarde me acuesta en los interludios de la noche. Me quedé sin ser nada que no sea un bucle contra mismo y la pared que separa la fragilidad de sus ciudades pequeñas. Sin ser la mano que canta la primera canción de pájaros en la derrota, como ser su tierra yerma y arraigar rincones bajo su piel.

Se quedó escondida en la memoria del tiempo, del pesimismo haciendo bandera bajo el lema de una sonrisa sincera, y sin ganas. Aún más así, cuando todo el riesgo explota al cielo raso de la decadencia. Se quedó sin simulacros, sin esperanzas cómplices y discos de paseos frente al mar. Sin ser todo lo que pidió cuando era un corazón pequeño, queriendo hacer de su fortuna la cuna para la luz.

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