DEL MISMO SIGNO QUE LA LIBERTAD.
Te vi entre todas las aves que volaban libres hacia atrás en el tiempo, dónde las manos paseaban la tarde hasta extinguirse entre tu regazo y con ellas el silencio. Siempre al filo del rumbo, sin nostalgia ni tempestad. Te vi y me enseñé a mí mismo que la acogida en tus pupilas siempre sería mejor que la caída hacia el vértigo. Como el verano quemando primaveras, como aquella canción de los años ochenta de la que Ivan Ferreiro nos abrazaba.
Tarde, pero recogimos los pedazos de insolencia bajo las sábanas frías y habitadas de recreos. De nosotros, de aquellos que nunca más volvieron del fracaso de unas piernas que desnudan el vacío. El temor.
Quizás no quede tan bien como el auxilio. Quizás nunca se izó la bandera en la pérdida.
Que ahora en la puerta de tu casa ya no hay margaritas.



Comentarios
Publicar un comentario