MUDO.

 



Y todo me parece mudo. Los que siembran. Los que riegan las nubes para alguien. Los que suben al sol sin escalera. Los que nunca te conocieron. 


Y es por eso que me rindo, me rindo a la verdad que esconde tu luz. A cualquiera que lleve tus pies. A cualquiera que renuncia la vida con las manos llenas de muerte. De verdades.

Y me rindo por primera vez esta semana que no llueve. Como la otra, como la otra. Me rindo y suena dentro de mi corazón una voz desordenada. Una voz sin eco. Como cuando gritábamos nadando entre algodón.

Y ya no todo me parece tan mudo.


Y lo peor no es esta soledad que me acaricia. Ni esta utopía homologada. Ni este día tan sombrío. Ni todas las preguntas que no cesan en mi intimidad. ¿Quieres que vayamos a tirarle piedras al Sol? Quizás ya sea tarde para escapar de ti. Y lo único que queda son caricias al olvido, alimentando jaurías de derrotas por un mal querer. O un querer queriendo. Y lo peor no es todo esto. Repito.


Es todo lo que este circo me ofrece. Sin embargo, tengo poco que contar. Y todo parece coserme en una red que va hilando e hilando e hilando en una espiral donde al fondo me espera alguien que todavía no conozco. Ese alguien que soy yo en algún momento de mis días pasados. De volver a gritar y negarme al darme cuenta de que una vez toqué tus manos por última vez. Que puede que dure una vida. O media. O puede que no sea más que un minuto atrapado en nuestra voz que suena muda. 


Y me rindo y lo peor sigue sin ser eso. Lo peor es que vienes hacia mí mirándote al espejo y reconociendo que nunca quisiste venir. Que solo querías verte a ti. Que dentro de mis ojos veías los tuyos arder. Y eso alimentaba tu ego. Mientras el mío se escondía al morir otro año sin saber qué hacer. Como todo aquello que se quedó por decir mientras el mundo parecía mudo. 

Comentarios

Entradas populares